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Había una vez una mujer llamada Mariángeles, que desde niña, sintió una conexión especial con su cuerpo y con la vida que la rodeaba. Le encantaba correr por los campos, trepar árboles y sentir el viento en su rostro. Cada día era una nueva aventura, y su curiosidad la llevaba a explorar y aprender constantemente.
A medida que crecía, comenzó a darse cuenta de que su cuerpo era reflejo de su vida interior. Los días de alegría se manifestaban en una energía vibrante, mientras que los momentos de tristeza se sentían como un peso en sus hombros. Fue entonces cuando comprendió la profunda relación entre su cuerpo y su vida.
Un día, después de una experiencia personal difícil, decidió que quería entender mejor esta conexión. Empezó a estudiar y a profundizar en temas como la mente, las emociones y el bienestar físico.
Aprendió cómo el cuidado de su cuerpo podía influir en su vida emocional – mental, y viceversa. Cada nuevo conocimiento la hacía sentir más fuerte, segura y equilibrada.
Mariángeles decidió compartir con los demás lo aprendido y ayudarles a descubrir el poder de conectarse consigo mismo.